Hace ya bastantes ayeres, cuando era yo un pequeño mozuelo como cualquier otro, un anuncio en el “canal de las estrellas” dejo una marca que había durado mucho tiempo. Hoy, si, HOOOOY (léase con acento de expresidente con botas), ese fantasma de la infancia por fin ha desaparecido: hoy tuve la fortuna de visitar el famoso “arco” de Cabo San Lucas.
Formación natural formada por milenios de acción del mar sobre… no, no, no… nada de información técnica. Solo quería compartir con el mundo este momento de satisfacción personal, aunque debo confesar que la “satisfacción” por poco se transforma en miedo (casi terror) cuando a la marea le dio por fortalecerse… creí que la “piragua” en la que estaba embarcado haría agua y ¡Adiós Nicanor! He ahí la importancia de aprender a nadar (*apunte para Jorge: ¡Aprende a nadar!).
Pasado el miedo y entretenido en observar a los leones marinos, escuché decir al “capitán” del “nau-sea” que pasábamos exactamente donde el océano Pacífico y el Mar de Cortés se unían. Parecerá tonto, pero si me daba la sensación de que el océano era un poco más elevado que el mar. No lo pregunté y heme aquí ignorante de saber si fue real ese sentido.
Aterrado por las olas, impresionado por las formaciones naturales, y mojado casi hasta los calzoncillos, volvía a tierra firme liberado al fin.