
-Aún escucho los gritos en mi cabeza-
Dijo en voz baja el hombre sentado en la parte más iluminada de la habitación.
-¿Cómo es que llegó toda esa destrucción?-
No dejaba de golpear con cierta rudeza su cabeza contra la pared. Algunas mujeres y niños, acurrucados en otro rincón, sollozaban mientras aquél empezaba a hablar. Todos ellos, con sus ropas en malas condiciones, algunos con un zapato extraviado, otros, completamente descalzos.
-¡Yo estuve allí! ¡He visto el rostro de la muerte, frente a frente!-
-¿Podría callar? ¿No se da cuenta que nadie aquí está interesado en conocer lo que piensa usted?- Sonó el reclamo de un hombre que hurgaba entre unas cajas abandonadas.
Algunos rezos de una mujer, se confundían entre el sonido de las voces.
-Es que, ¿cómo podría dejar de hablar de ello? ¿cómo puedo sacar de mi mente el momento en que la obscuridad lo invadió todo?
¡No señor! No puedo sacar de mi cabeza todo lo acontecido… y es que yo…- la voz del hombre se entrecortó -yo estaba con mi hijo… yo estaba allí… le vi… no pude hacer algo… ¡juro que no pude!… no tuve tiempo-
Una chica de tal vez veinte años, sentada frente a aquél sujeto, levantó su vista y la posó sobre él. Le miraba como entre sueños.
-Estaba junto a mi… le dije que no soltara mi mano… pero, ustedes saben cómo es que los niños son… no me obedeció. ¡Vaya! Nos encontrábamos en el parque… ¿qué podría suceder en el parque?
Escuché algunos gritos… se trata de una fiesta, fue lo que pensé. Entonces, al otro extremo del parque, noté que todo se obscurecía, igual que cuando una nube cubre el cielo antes de la tormenta.
No dudé en llamar a mi hijo… le juro señorita que grité con todas mis fuerzas. Al mismo tiempo que le rogaba viniera hasta mi, me percaté que los gritos provenían de quienes quedaban cubiertos por la obscuridad… el horror me invadió cuando vi que al alejarse de nuevo la obscuridad, no quedaban mas que cuerpos mutilados, deformes, tirados por doquier… quise correr… la obscuridad ya había cubierto a mi hijo… y venía hacia mi… ¡juro que quise correr, exponerme a lo que fuera por tener a mi hijo entre brazos por ultima vez!…
¡No pude señorita! ¡Simplemente no pude!-
La chica no pudo contener el llanto, escondió la cabeza entre sus manos y piernas. Así quedó, petrificada por la imagen que ahora tenía en su mente.
-¡Le digo que calle hombre! ¡Hace esto más difícil para los demás!- replicó nuevamente el hombre, que no dejaba de buscar entre cajas y bultos apilados.
-Tuve que huir lo más aprisa que pude… lloré… lloré como nunca antes lo había hecho. Mientras corría por las calles, me topé con otras, muchas sombras… no era la única la del parque… no, para nada, había decenas, cientos, quizás miles de ellas. El hedor a muerte copaba mis sentidos… paré un par de veces y vomité… esa peste… ese asqueroso aroma que aún llevo en mi boca…-
Algunas de las mujeres empezaron a llorar más fuerte. El miedo inundaba poco a poco la habitación.
-Automóviles con cuerpos de personas sin rostro… algunos arrancados… otras con el espanto dibujado en sus ojos fuera de órbita… todas con el sufrimiento en sus caras… y ese olor a podrido…- su mano temblorosa y descarnada retiró el cabello que había caído en su rostro.
-Puedo notar que no hay manera en que usted deje de hablar, ¿verdad?- volvió a quejarse el hombre, que ahora de espaldas a todos, trabajaba con algo que había encontrado entre los desechos.
-Calles repletas de cuerpos… pude ver a muchos colgados en sus ventanas… ¡pobre gente! Tal vez la curiosidad de los gritos afuera de sus casas les llevó a mirar a las calles… ¡pobre gente!…
Caminé por horas… cuando la noche amenazó con llegar, imaginé que mi final también lo haría. Entonces fue que vi a este buen hombre entrar a este lugar… pude observar la luz… supe que estando en la luz, nada podría pasarnos… mientras esta luz brille, nada sucederá… les digo, he visto a la muerte frente a frente-
-Dudo mucho que usted le haya visto- dijo el otro hombre poniéndose de pie -si así hubiera sido, creo que podría reconocerle en cualquier lugar-
El silencio invadió el sitio. Todos llevaron sus miradas hasta aquél hombre, quien llevaba en mano, una especie de arma construida con lo que encontró entre la basura.
-Ahora, si me disculpan, toda esta luz me impide trabajar- al tiempo que decía esto, lanzó un objeto que hizo pedazos el único foco de aquél cuarto.
Algunos gritos… luego, silencio absoluto.